"El que no vive para servir, no sirve para vivir"

Gabriela es egresada de la Facultad de Odontología de Rosario y hoy ejerce en la localidad de Villa Libertador San Martín. Desde muy pequeña tuvo la vocación de ayudar y, ante una circunstancia especial de su vida, se convirtió en voluntaria en distintos países de bajos recursos. 

Su historia es atrapante, por eso, desde el colegio decidimos entrevistarla. 

-¿Qué te motivó a unirte como voluntaria?

-De pequeña he pertenecido a la Iglesia Adventista del Séptimo Día, la cual tiene muchas misiones en todo el mundo (hospitales, clínicas dentales, escuelas), especialmente en países del tercer mundo. Para aclarar un poco más lo que significa una misión, podría explicarlo diciendo que es un lugar cristiano donde se procura ayudar a sanar el cuerpo y el alma, como hacía Jesús. Y le llamamos misioneros voluntarios a quienes van a esos lugares a ayudar a los más vulnerables, utilizando sus talentos y conocimiento. Cuando tenía unos siete años de edad, fueron unos misioneros a mi iglesia, en Mar del Plata. Ellos venían de África, y sus historias me impactaron profundamente. Tal es así que ese día tomé la decisión de algún día ser misionera yo también. 

-¿Cómo fue el proceso para convertirte en voluntaria?

-En cuanto me recibí en Rosario vine a vivir a Libertador San Martín, Entre Ríos, una pequeña ciudad bastante peculiar. La mayoría de las personas de esta comunidad son de mi religión y tenemos dos grandes instituciones aquí, el Sanatorio Adventista del Plata y la Universidad Adventista del Plata. Ambas instituciones generan muchas actividades para ayudar a los menos favorecidos. Así que empecé a hacer viajes misioneros a las Islas del Paraná con gente de mi ciudad que ofrecía sus propias lanchas. Tengo un equipo odontológico portátil, que en los lugares donde no había energía eléctrica para usar un compresor, lo hacía andar con un tubo de oxígeno. Por varios años estuve trabajando durante la semana como odontóloga en el Sanatorio Adventista y los fines de semana íbamos a las islas a hacer atención gratuita. 

-Formamos un grupo de médicos, odontólogos y protesistas dentales que salíamos los fines de semana a hacer atención médica y odontológica gratuita en distintos pueblos de Entre Ríos. Nos asentábamos en la escuela del pueblo y lo transformábamos en un hospital. ¡Fueron años maravillosos! 

-Luego me empezaron a llamar de los países vecinos, Paraguay, Uruguay, Bolivia. Hice muchos viajes misioneros con mi equipo portátil a estos países.  También empezaron a llegar llamados de lugares más lejanos como Bangladesh, Cuba, Haití y muchos otros países.

-¿Esperabas que la experiencia fuera como resultó ser?

-En algunos aspectos fue como yo esperaba y en muchos otros fue muy diferente. Las diferencias culturales a veces pueden generar frustración. Pero también mucha riqueza y aprendizaje.

Países o misiones en las que participó:

Argentina, Paraguay, Uruguay, Bolivia, Brasil, Colombia, Cuba, Haití, Portugal, Rumania, España, Angola, Tanzania, Guinea Bisáu, India, Palau y Estados Unidos. 

-¿Qué tipo de tratamientos o intervenciones realizabas con mayor frecuencia?

-Operatoria dental, detartraje, extracciones y tratamientos de conducto. 

-¿Qué diferencias encontraste entre ejercer la odontología en nuestro país y en las zonas donde estuviste como voluntaria?

-Básicamente que en muchos países donde estuve no hay una conciencia de prevención ni de salud como tenemos en nuestro país, por lo cual solo se busca la atención odontológica ante el dolor. Y como no se valoran las piezas dentarias como las valoramos aquí, ante molestias solo buscan la extracción. Aunque les ofrecía la posibilidad de hacer endodoncias para salvar las piezas dentarias, y dedicaba mucho tiempo explicándoles de qué se trata un tratamiento de conducto, ellos igual preferían la extracción, porque nunca habían escuchado sobre ese tipo de tratamiento, y ante lo desconocido, preferían la extracción. Creen que si algo duele hay que sacarlo.

-Otra diferencia ha sido en lo difícil que es conseguir insumos o repuestos para equipos dentales averiados. Uno de los desafíos más grandes que tuve que afrontar fue crear una clínica dental en El Bongo, Angola. 

-Una institución de USA, donó todo el equipamiento para que armara la clínica. Eran todos equipos usados y me llevé la sorpresa que muchas cosas no andaban y que requerían un voltaje diferente al que se usa en Angola, eso generó una gran demora en la apertura de la clínica. Es extremadamente difícil conseguir gente con habilidad para arreglar equipos dentales, y los repuestos no se consiguen en África, lo cual implicaba un trastorno para hacer traer del exterior cada parte que necesitábamos. Otra complicación es la gran burocracia y corrupción a todos los niveles que hay en Angola, todo eso resultó en que el desafío que debería haber tomado unos dos meses me tomara diez meses, y solo para lograr llegar a la etapa inicial y más básica de crear una clínica dental en el Hospital del Bongo. Cuando yo pensaba que tendría la clínica funcionando al cien por ciento en solo tres meses. No tenía ni idea de que las cosas en África funcionan increíblemente lento.

-¿Cuáles son los casos o pacientes que más te marcaron?

-Una señora con un tumor en el paladar que creció rápidamente y en poco tiempo murió. El sistema sanitario estaba saturado. La envié al hospital de la población más grande cerca de nosotros para que la traten los oncólogos, pero todo el sistema es tan lento allí, que la señora murió antes de siquiera tener un diagnóstico de qué tipo de tumor era. 

-Una pequeña de nueve años con un trismus muy severo. Hacía más de dos años que estaba padeciendo este cuadro. Y una mordida abierta muy pronunciada. Consulté con un colega de España con muchísima experiencia en ATM, y me dijo que lo más probable era que sea un cuadro por abuso sexual. Entonces hablé con la médica pediatra para que hable con la madre de la niña sobre la posible causa de este cuadro. También le di indicaciones para tratar el trismus. Volvieron una sola vez más a la consulta, la niña estaba un poco mejor, pero no volvieron más, por lo que no sé cómo habrá seguido la situación.

-Un hombre que vino con su cara muy deformada. Una gran deformación de su hemifacial derecha, esa mitad de su rostro estaba muy inflamada y con múltiples fístulas supurando pus a través de la piel, especialmente en áreas del maxilar inferior y cuello. Tenía trismus, por lo que no podía abrir la boca. El cuadro comenzó después de la extracción del tercer molar inferior derecho. Al tomar la radiografía, veo que habían quedado restos de la raíz. Con un gran esfuerzo logré retirar esos restos, y drenar los múltiples abscesos. Fue impresionante la cantidad de pus que drenaba. Luego coloqué agua oxigenada en el área del tercer molar donde retiré los restos. Fue algo que impresionaba mucho. Quedó internado por unos días en nuestro hospital con antibiótico. Y le dije que vuelva en cierto tiempo, pero nunca volvió. Eso es bastante común en África. Así que no sé cómo habrá terminado ese caso. 

-¿Con qué desafíos te encontraste como profesional de la salud en contextos de crisis?

-La mayor crisis a nivel país la experimenté en Angola. Llegué en el momento de mayor sequía de los últimos cien años. El alimento básico en Angola es el Funshi, que sería nuestra polenta. Debido a la gran sequía, se perdieron las cosechas de maíz en todo el país. Eso afectó muchísimo a la economía nacional. Aumentaron mucho los robos en ese año. La clínica dental que armé tenía aranceles súper accesibles para que todos pudieran tratarse, pero, aún así, muchos no tenían dinero, por eso pagaban con lo que tenían. Algunos lograron cosechar algunas cosas a pesar de la sequía, como cebollas o ajos, y pagaban con eso. Muchas veces simplemente se les hacía todo gratuitamente.

-Un gran reto fue intentar manejarme con una agenda para los turnos en la clínica que armé. Lo intenté durante un mes, hasta que me di por vencida. La gente en África, especialmente los de las comunidades, en su gran mayoría van a la consulta cuando ellos quieren o pueden. Yo les daba turno, pero el mayor porcentaje no lo respetaba, y aparecían en otro momento. Eso fue un gran desafío para mí. Pero aprendí a manejarme así. Lo bueno es que ellí las personas son tan pacientes, que esperaban lo que haya que esperar hasta que las pueda atender. Atendía por orden de llegada. 

-¿Cómo manejabas la falta de recursos o insumos médicos?

-Ofrecía lo que podía en cada ocasión. Conseguir insumos era un gran desafío. Y todo tardaba mucho tiempo en llegar. África ayuda a adquirir paciencia. Todo requiere mucho más tiempo que en Occidente. 

-¿Qué aprendiste sobre ti misma durante esta experiencia?

Aprendí que tenía una capacidad de adaptación a situaciones adversas mayor de la que creía tener. Aprendí a ser resiliente. Y aprendí a aceptar que no se puede cambiar el mundo entero y no frustrarme por eso, sino ser feliz por lo que pude aportar para que muchos hayan sido beneficiados de alguna manera en sus vidas por mi intervención. Y eso es bueno.  

-¿Cómo fue el vínculo con las comunidades a las que atendiste?

-Fue hermoso. En la mayoría de los lugares donde he estado me he relacionado con la gente más simple y de bajos recursos. Por lo general son personas sin recursos económicos pero con corazones grandes, dadivosos, amistosos. Especialmente me impactó el trato de las personas en Angola. En general es un pueblo extremadamente respetuoso. Los pacientes que llegaban al Hospital del Bongo eran en su gran mayoría muy pobres, venían de todas las comunidades de alrededor, algunos caminaban por horas hasta llegar. La mayoría dedicaba todo el día para ir al dentista, no solo por las largas caminatas de ida y vuelta, también porque venían sin turno y muchas veces tenían que esperar muchas horas hasta que podía verlos, pero nunca se quejaban. Eso caracteriza a las personas más humildes de todos los países que he estado, especialmente en los países africanos, son extremadamente pacientes. 

Historias que más la conmovieron... 

-Rodrigo. Un niño que conocí en la escuela/orfanato Familia Feliz en medio de la selva, en Rurrenabaque, Bolivia. Rodri es uno de los huérfanos, aprendió a sonreír y amar en ese lugar. Cuando lo atendí por primera vez tenia toda su sonrisa de color negro, absolutamente cada uno de sus dientes tenía caries, enormes. La primera vez que me lo acercaron a mi "consultorio" improvisado en una piecita del orfanato con mi equipo odontológico portátil, tenía tanto miedo que se escondió debajo del "sillón" (era un colchón de una plaza doblado a la mitad colocado sobre un banco). Con mucho amor y paciencia, Dios me permitió ir ganando el corazón de Rodrigo. Y después de bastante trabajo en su boca, llegó a tener una hermosa sonrisa "blanca". Llegué a querer tanto a Rodrigo, como si fuera mi propio hijo.

-Belsa, una jovencita que atendí también en Familia Feliz, Bolivia. Ella fue mi paciente y me ayudó en algunas oportunidades a atender a otros niños. Parece que de alguna manera, ella fue inspirada por esta odontóloga argentina voluntaria, y  después de varios años, decidió estudiar odontología. Hoy ya está cursando el cuarto año. Ella también fue como una hija para mí.

-Fernando y Joaquim, dos niños de Angola, ambos sin padres que cuidaran de ellos. Estaban a cargo de un tío para el que trabajaban. Estaban muy atrasados en los estudio, entonces durante el año que estuve en Angola, iban todos los días a mi departamento cuando terminaba de atender en el consultorio. Recuerdo que estaban por comenzar las clases y no tenían ningún útil escolar, entonces se me ocurrió motivarlos a estudiar las tablas dándoles de premio algún útil. Quizá ese tiempo junto a ellos tenga algo que ver con que hoy Joaquín quiere prepararse para ser profesor de secundaria y Fernando quiere ser médico. 

-Bembindo, que quiere decir bienvenido en portugués, fue el mejor paciente que tuve en todo el tiempo que estuve en Angola. Tenía tres años de edad. Su boca estaba en muy mal estado. Le tuve que hacer múltiples tratamientos. ¡No podía creer lo bien que se portaba! ¡Super colaborador y tranquilo! Un día su padre me pidió que me traiga a Bembindo a Argentina, porque creía que yo podía darle un mejor futuro. Bembindo es el hijo menor de 6 hermanos. Ahora que he vuelto a Argentina, y estoy nuevamente estable, estoy pensando en traer a Bembindo, a Joaquim y a Fernando a vivir conmigo.

-¿Cómo influyó esta experiencia en tu práctica profesional al volver?

-Bueno, recién me estoy reinsertando en el ambiente laboral en Argentina nuevamente. Por supuesto que toda la experiencia adquirida me aportó mucha empatía y compasión por los pacientes. Y seguro que tuvo que ver con la decisión de hacerme cargo de comenzar con odontología en el centro de salud municipal de mi pueblo.

-¿Qué le dirías a otros profesionales de la salud que están considerando ser voluntarios?

-Les diría que jamás se van a arrepentir. Es un antes y un después. Marca tu vida positivamente para siempre. Por seguro les ayudará a ser aún mejores personas, a profundizar el sentido y propósito de sus vidas. Y que si quieren, puedo facilitarles información sobre muchos lugares donde pueden servir como voluntarios.

-¿Volverías a participar en otra misión?

-Seguro que sí.

-Si pudieras resumir tu experiencia como voluntaria en una palabra o frase, ¿cuál sería y por qué?

El que no vive para servir, no sirve para vivir. Esta frase resume lo que le da sentido a mi vida. Hace unos quince años, pasé por una situación muy difícil en mi vida. Entré en depresión. Pensé que todo se había acabado, y llegué al punto de no desear seguir viviendo. En ese momento de gran oscuridad, yo estaba tirada en mi cama, sin ganas de nada, Dios me hizo recordar que uno de mis grandes sueños de pequeña fue ser misionera voluntaria. A los segundos de recordar ese sueño, el que era el director del laboratorio dental de mi pueblo me llamó por teléfono, y me dijo que estaba preparando un viaje misionero a una localidad muy pobre de Entre Ríos, y me pedía hacerme cargo de armar el equipo de odontólogos, él se iba a encargar del equipo de protesistas para hacer prótesis gratis a las personas. Yo no tenía fuerzas para nada, pero le dije que sí. En una semana estábamos saliendo a hacer atención odontológica gratuita un equipo de cuatro odontólogos y nueve protesistas.

-Ese viaje fue el comienzo de un hermoso proceso de restauración de mi alma. Poco a poco, la depresión se desvaneció. Y nunca más volvió. El poner mis ojos en la necesidad del otro me hizo olvidar de mis pérdidas, carencias, etc. Volvía de cada viaje misionero con un corazón lleno de lo que el dinero nunca te puede dar. El servicio a los demás le dio sentido a mi vida. Por eso esa frase es tan significativa para mí.

-¿Hay algo más que te gustaría compartir y que creas que la gente debería saber sobre el trabajo de los voluntarios en zonas vulnerables?

-Quisiera decirles que si van, se encontrarán con grandes desafíos, muchas dificultades y limitaciones, pero todo eso ayuda a hacernos más fuertes, más humanos, a valorar más lo que tenemos en estas latitudes del mundo y, por sobre todo, a ser más compasivos.